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INCIENSO

La práctica de quemar incienso es muy antigua y aparece en casi todos los actos religiosos y ceremoniales alrededor del mundo. Se suponía que la fragancia del incienso creaba una atmósfera adecuada para que los seres espirituales y astrales se sintieran a gusto en los templos y los humanos ganaran sus favores. Egipcios, romanos, mayas, seguidores de Confucio y Buda, cristianos, hebreos, musulmanes, hinduistas, todos ellos usaron

el incienso como parte vital e integral de sus rituales y liturgias. En el mundo actual, el incienso nos ayuda a desarrollar nuestra voluntad psíquica, nos sirve para purificar y limpiar de malas vibraciones del ambiente, para equilibrar el aura y despejarla y para atraer las vibraciones positivas.

La acción de prender un incienso conlleva a una actitud específica: nos concentramos en ello, se crea un ambiente especial que nos invita a elevarnos, a proyectarnos espiritualmente y a meditar. El incienso es evocador de los poderes místicos más elevados de nuestro ser interno y nos ayuda a establecer un puente entre lo material y lo espiritual. El acto de quemar incienso se debe convertir en un rito personal e íntimo, para ayudarnos a encontrar un momento de paz en medio de las tribulaciones de la vida moderna, una vida llena de angustia y de estrés. Cuando prendemos incienso creamos una atmósfera receptiva que nos permite alejarnos por unos momentos del mundanal ruido y penetrar en la quietud de los insondables misterios que nos rodean y que a veces no logramos comprender totalmente.

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